El placer traidor rescata historias con el gusto culposo del periodismo y la pasión desmedida de quien escribe para la eternidad del instante. Le toca al lector leerlas sin tanto apuro ―he ahí la paradoja― y librarlas, aunque sea por un breve instante, del destino doloroso que aguarda a las historias periodísticas un día después de publicadas: el olvido.
Sobre el libro, el crítico Alonso Rabi, nos dice: «Luis Eduardo García de sobra conoce esa regla que dice que cuando el texto se convierte en arte, poco importa si su asunto es real o imaginario, lo que realmente interesa es la huella que dejará en las retinas que se aventuren en el territorio de este «Placer traidor»».